miércoles, 31 de marzo de 2021

La amarga pasión de Nuestro Señor Jesucristo


VISION MISTICA DE ANA CATALINA EMMERICK LA AMARGA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Exaltación de la Cruz

Los verdugos, habiendo crucificado a Nuestro Señor, alzaron la cruz dejándola caer con todo su peso en el hueco de una peña con un estremecimiento espantoso. Jesús dio un grito doloroso, sus heridas se abrieron, su sangre corrió abundantemente. Los verdugos, para asegurar la cruz, la alzaron nuevamente, clavando cinco cuñas a su alrededor. Fue un espectáculo horrible y doloroso el ver, en medio de los gritos e insultos de los verdugos, la cruz vacilar un instante sobre su base y hundirse temblando en la tierra; mas también se elevaron hacia ella voces piadosas y compasivas. Las voces más santas del mundo, las de las santas mujeres y de todos aquellos que tenían el corazón puro, saludaron con acento doloroso al Verbo humanado elevado sobre la cruz. Sus manos vacilantes se elevaron para socorrerlo; pero cuando la cruz se hundió en el hoyo de la roca con grande estruendo, hubo un momento de silencio solemne; todo el mundo parecía penetrado de una sensación nueva y desconocida hasta entonces. El infierno mismo se estremeció de terror al sentir el golpe de la cruz que se hundió, y redobló sus esfuerzos contra ella. Las almas encerradas en el limbo lo oyeron con una alegría llena de esperanza: para ellas era el anuncio del Triunfador que se acercaba a las puertas de la Redención. La sagrada cruz se elevaba por primera vez en medio de la tierra, cual otro árbol de vida en el Paraíso, y de las llagas de Jesús salían cuatro arroyos sagrados para fertilizar la tierra, y hacer de ella el nuevo Paraíso. El sitio donde estaba clavada la cruz era más elevado que el terreno circunvecino; los pies del Salvador bastante bajos para que sus amigos pudieran besarlos. El rostro del Señor miraba al noroeste. 

Temblor de tierra - Aparición de los muertos en Jerusalén

Cuando Jesús expiró, vi a su alma, rodeada de mucha luz, entrar en la tierra, al pie de la cruz; muchos ángeles, entre ellos Gabriel, la acompañaron. Estos ángeles arrojaron de la tierra al abismo una multitud de malos espíritus. Jesús envió desde el limbo muchas almas a sus cuerpos para que atemorizaran a los impenitentes y dieran testimonio de Él. En el templo, los príncipes de los sacerdotes habían continuado el sacrificio, interrumpido por el espanto que les causaron las tinieblas, y creían triunfar con la vuelta de la luz; mas de pronto la tierra tembló, el ruido de las paredes que se caían y del velo del templo que se rasgaba les infundió un terror espantoso. Se vio de repente aparecer en el santuario al sumo sacerdote Zacarías, muerto entre el templo y el altar, pronunciar palabras amenazadoras; habló de la muerte del otro Zacarías, padre de Juan Bautista, de la de Juan Bautista, y en general de la muerte de los profetas. Dos hijos del piadoso sumo sacerdote Simón el Justo se presentaron cerca del gran púlpito, y hablaron igualmente de la muerte de los profetas y del sacrificio que iba a cesar. Jeremías se apareció cerca del altar, y proclamó con voz amenazadora el fin del antiguo sacrificio y el principio del nuevo. Estas apariciones, habiendo tenido lugar en los sitios en donde sólo los sacerdotes podían tener conocimiento de ellas, fueron negadas o calladas, y prohibieron hablar de ellas bajo severísimas penas. Pero pronto se oyó un gran ruido: las puertas del santuario se abrieron, y una voz gritó: "Salgamos de aquí". Nicodemus, José de Arimatea y otros muchos abandonaron el templo. Muertos resucitados se veían asimismo que andaban por el pueblo. Anás que era uno de los enemigos más acérrimos de Jesús, estaba así loco de terror: huía de un rincón a otro, en las piezas más retiradas del templo. Caifás quiso animarlo, pero fue en vano: la aparición de los muertos lo había consternado. Dominado Caifás por el orgullo y la obstinación, aunque sobrecogido por el terror, no dejó traslucir nada de lo que sentía, oponiendo su férrea frente a los signos amenazadores de la ira divina. No pudo, a pesar de sus esfuerzos, hacer continuar la ceremonia. Dijo y mandó decir a los otros sacerdotes que estos signos de la ira del cielo habían sido ocasionados por los secuaces del Galileo, que muchas cosas provenían de los sortilegios de ese hombre que en su muerte como en su vida había agitado el reposo del templo. Mientras todo esto pasaba en el templo, el mismo sobresalto reinaba en muchos sitios de Jerusalén. No sólo en el Templo hubo apariciones de muertos: también ocurrieron en la ciudad y sus alrededores. Entraron en las casas de sus descendientes, y dieron testimonio de Jesús con palabras severas contra los que habían tomado parte en su muerte. Pálidos o amarillos, su voz dotada de un sonido extraño e inaudito, iban amortajados según la usanza del tiempo en que vivían: al llegar a los sitios en donde la sentencia de muerte de Jesús fue proclamada, se detuvieron un momento, y gritaron: "¡Gloria a Jesús, y maldición a sus verdugos!". El terror y el pánico producidos por estas apariciones fue grande: el pueblo se retiró por fin a sus moradas, siendo muy pocos los que comieron por la noche el Cordero pascual.

miércoles, 17 de marzo de 2021

¿Como Murio San José?


¿Cómo murió San José?

Muchos a lo largo de los siglos se han preguntado cómo murió José de Nazaret, esposo de María Virgen y padre según la Ley de Jesús, el Hijo de Dios.

No existen documentos que avalen el cuándo y el cómo de la muerte de san José, aunque el Patriarca ha sido nombrado Patrono de la Buena Muerte. Sobre cuándo murió José, la tradición señala que fue un 19 de marzo, día en que se celebra la fiesta del Santo Patriarca. Pero sobre el año nada se ha podido averiguar hasta el momento. Tan silenciosa fue la vida de José que se fue de este mundo calladamente.

Unos, como san Epifanio, creen que José murió poco después de cumplir Jesús 12 años, es decir poco después de haber hallado a Jesús discutiendo con los doctores de la Ley. Sobre esta hipótesis se han basado muchos para deducir que José era un hombre mayor, es más, incluso anciano, para resaltar de este modo la virginidad de María y encontrar una explicación fácil a su castidad matrimonial.

La mayoría piensa que José murió poco antes de la vida pública de Jesús. El evangelio de san Juan narra las Bodas de Caná (cfr. Jn, 2, 1-11) y señala que Jesús se dio a conocer antes de que “llegara mi hora”, o sea cuando comenzó su vida pública. Estaban invitados a la boda María su madre, y nada dice de san José. La Virgen no hubiera ido a una boda sin su esposo, lo que indica que José ya había fallecido.

Y ¿cuándo murió san José? Aunque no hay documentos, es posible que el Santo Patriarca tomara a María como esposa a los veinte y pocos años. La Virgen era más joven, era una doncella cuando se unió a José en matrimonio. La esperanza de vida en tiempos de Jesús no era mucha y rondaba entre los 45-50 años de media para los hombres. Por lo tanto, José debió fallecer entre los 45 y 50 años, o sea cuando Jesús tendría entre 20 y 25 años.

Y ¿cómo murió José? José de Nazaret fue elegido muy cuidadosamente por Dios para que custodiara a su Hijo, Jesús, y a la Madre de este, siempre Virgen, María. José era un predilecto de Dios, y a los predilectos no les falta nunca la cruz de cada día, como decía santa Teresa de Ávila.

Por lo tanto el Señor le debió conceder una muerte plácida, aunque no exenta de dolores, recibiendo los cuidados y el cariño personal de su esposa María y de su hijo Jesús, como cuenta san Bernardino. ¡Qué bien morir tienen las personas cuando son atendidas por Jesús y por María en su última agonía! Mueren con el alma en paz, ¡felices!


San José, patrono de la Buena Muerte, nos acompaña con Jesús y María en el tránsito de nuestra vida a la vida eterna. Encomendándose a san José en la hora de la muerte le pedimos que nos conceda la paz en el alma y la participación en la vida beatífica del cielo tras dejar la vida mortal.

Una vez falleció, cuenta santo Tomás, el alma de José fue al seno de Abrahán con los demás justos del Antiguo Testamento, hasta la muerte de Jesucristo, hasta consumada la redención, donde las almas pasarían ya a un descanso “pleno”, pues aunque habían expiado la culpa, tenían la naturaleza.

Pero es más, algunos santos, como san Juan XXIII, creían que san José resucitó en cuerpo y alma a los cielos (homilía el 26 de mayo de 1960, con motivo de la canonización de san Gregorio Barbarigo). El Papa dijo que él lo creía así en su interior, pero no anunciaba doctrina alguna.

También lo creían el teólogo español Suárez, san Pedro Damián y san Bernardino de Siena, san Francisco de Sales, san Alfonso María de Ligorio, la venerable Madre María Jesús de Ágreda, Bossuet, san Enrique de Ossó y Cervelló y otros. ¿Cómo no podría estar en cuerpo y alma en los cielos, al lado de Jesús y María su esposa?

Y un dato más para la historia. El día en que el beato Pío IX nombró a san José Patrono de la Iglesia universal, unos energúmenos se fueron al Vaticano y debajo de las ventanas gritaron “¡Muerte al Papa!”. ¡Qué rabia tenía el diablo!

San José, decía san Juan Pablo II, fue comprendido y divulgado por un alma profunda y mística, santa Teresa de Ávila, junto con tantos santos e instituciones religiosas que tienen al Santo Patriarca como Patrono y hasta fundador.

El día 19 de marzo, el próximo domingo (o el lunes según los lugares dado que el domingo es de Cuaresma) todos podemos pedir la intercesión de san José para nuestras necesidades, pues decía santa Teresa que el Santo Patriarca nunca le falló.

Además, podemos contemplar a san José en tres misterios del Santo Rosario: los tres últimos Misterios de Gozo: el Nacimiento de Jesús en Belén, la Presentación de Jesús al Templo, y Jesús perdido y hallado en el Templo discutiendo con los doctores de la Ley. Es una manera de vivir esta unión de José con María y con Jesús, la Sagrada Familia.

FUENTE: es.aleteia.org
Misioneros digitales

Autor: SALVADOR ARAGONÉS

martes, 2 de marzo de 2021

El Infierno - Santa Faustina

El infierno

En un retiro de ocho días que vivió Santa Faustina Kowalska, en octubre de 1936, ella vio el abismo del infierno con varios de sus tormentos. Luego, escribió lo que se le permitió ver a pedido del mismo Cristo.

“Fui llevada por un Ángel al abismo del infierno. Es un sitio de gran tormento. ¡Cuán terriblemente grande y extenso es! Las clases de torturas que vi: La primera es la privación de Dios; la segunda es el perpetuo remordimiento de conciencia; la tercera es que la condición de uno nunca cambiará; la cuarta es el fuego que penetra en el alma sin destruirla –un sufrimiento terrible, ya que es puramente fuego espiritual–, prendido por la ira de Dios”, describió la santa.

Asimismo, señaló que la quinta tortura es una oscuridad continua con un terrible olor sofocante y que a pesar de la oscuridad, las almas de los condenados se ven entre ellas.

“La sexta es la compañía constante de Satanás; la séptima es una angustia horrible, odio a Dios, palabras indecentes y blasfemia. Estos son los tormentos que sufren los condenados, pero no es el fin de los sufrimientos. Existen tormentos especiales destinados para almas en particular. Estos son los tormentos de los sentidos. Cada alma pasa por sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionado con el tipo de pecado que ha cometido”.

Por otro lado, indicó que hay cavernas y fosas de tortura donde cada forma de agonía difiere de la otra. “Yo hubiera fallecido a cada vista de las torturas –explicó Santa Faustina– si la Omnipotencia de Dios no me sostenido. Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma encuentre una excusa diciendo que no existe el infierno, o que nadie ha estado ahí y por lo tanto, nadie puede describirlo"

Santa Faustina Kowalska

23 de Septiembre - Padre Pío

23 DE SEPTIEMBRE SAN PÍO DE PIETRELCINA (PADRE PÍO) El padre Francesco Forgione nació en Pietrelcina, provincia de Benevento, el...